“Ponerle familia a cada miembro de la sociedad”
Subyace alguna extraña coincidencia entre el “Monstruo de Fundación” y el nombre de su tierna víctima, Génesis. Es un mensaje sutil, inferido a partir de la semántica, pues nada hay más parecido a fundación que génesis y ese brutal accionar nos está invitando a volver al principio de las cosas. Ya lo había dicho la emblemática líder conservadora británica, Margaret Thatcher: “No existe sociedad, sino individuos y sus familias”. La familia, se ha dicho, es la matriz del desarrollo psicológico de sus miembros y como bien lo describe la profesora Marina Echeverri “es el lugar sublime de trasiego entre los campos psíquicos, es el primer abrevadero donde se toman las aguas comunes que alimentarán al individuo”.
Existe un proyecto de ley para la creación del Ministerio de la Familia. Grandioso. Así lo comenté en un chat y me dijeron que era costoso, que ya existía el ICBF… pero que bien quedaría ese instituto dentro del nuevo Ministerio. Acá de lo que se trata es de reconstruir la sociedad, de volver a lo fundamental, porque lo que tenemos es sencillamente espeluznante: cada vez más padres, padrastros y tíos, en casa y, fuera de ella; más sacerdotes en las casas curales, en los seminarios y/o profesores en las escuelas, se están convirtiendo en unos depredadores de niños (término genérico). ¿Y por qué ocurre ello? Porque la institución familiar está fallando, los hogares se están destruyendo, las relaciones primarias se están envileciendo, la violencia intrafamiliar y las sustancias sicoactivas se han vuelto silvestres, y los miembros activos y “egresados” de los hogares salen a la calle a replicar afuera lo que ven dentro. Es decir, en pleno ejercicio del efecto demostración, van a convertirse en actores de la propia destrucción en cadena de la sociedad.
Cada amanecer nos despierta la radio con el nombre un monstruo nuevo. Primero fue el de los “Mangones”, por las laderas caleñas hace medio siglo; luego fue el de Los Andes, que resultó ser tolimense, quien violó y asesinó a cerca de 300 niñas en Suramérica, y el tal Garavito, quindiano, que no alcanzó a ser llamado monstruo, sino simplemente “bestia”, porque solo ultrajó y asesinó a 200 infantes. Casi todos estos especímenes coinciden en haber sido vejados en su infancia y víctimas de violencia a la carta. En una palabra: no tenían una verdadera y virtuosa familia por núcleo sino, literalmente, casas de terror. Difícil pedirle a un salvaje que se comporte civilizadamente.
Pero acá la solución no es ponerle un policía a cada familia: hay es que ponerle familia a cada miembro de la sociedad, porque todo empieza por casa. Existen ministerios de vivienda, de transporte, de comercio exterior, todos importantes, pero y ¿el de la familia, si apunta al primero de los bienes superiores, el que debe recibir el mayor apoyo y protección del Estado para así humanizar la sociedad salvaje en que vivimos? Sin familia no hay vivienda, ni trasporte, ni medio ambiente, ni comercio exterior, que valgan. Primero lo primero.
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