Hay frases que están cargadas de buenas intenciones, pero si no se reflexiona en ellas -con la cabeza, el cuerpo y el corazón- terminan siendo inocuas: “ponerse en los zapatos del otro” es una de ellas.
Con frecuencia se suele definir la empatía como el desarrollo de la capacidad de colocarnos en los zapatos ajenos, con el fin de fomentar sentimientos de bienestar, conectar con los demás y optimizar las relaciones sociales. Por supuesto, todo ello es necesario y requerimos caminar hacia ello si de verdad queremos que la humanidad entera evolucione.
El punto es cómo lo hacemos para que la transformación sea efectiva. Es ahí donde ocupar el lugar del otro no funciona, porque por más maravillosa que sea la intención terminamos desplazándolo. Entonces, ¿qué hacer para construir una empatía real?
Lo primero es estar en los propios zapatos con plena consciencia. Son esos los zapatos que requerimos calzar, dándonos cuenta de lo que ello implica. Esto se dice fácilmente, pero implica un gran trabajo de ampliación de darse cuenta, que pasa por la auto-observación, que es encender el testigo interior; la auto-compasión, que no es lástima ni mucho menos, sino la capacidad para abrazarnos con todos los contenidos emocionales y mentales que tengamos, así como con todas las acciones que hagamos, sin juicio alguno; y la propia honra, que justamente hace referencia a la posibilidad que todos los seres humanos tenemos de ocupar nuestro lugar en el mundo, ese que por naturaleza -y por gracia divina- estamos llamados a tomar en Amor para que nuestra evolución sea posible.
Desde las Configuraciones Sistémicas (o Constelaciones Familiares), sabemos que para fluir adecuadamente en la vida necesitamos honrar a la madre y al padre, ese cuarto mandamiento cristiano que no nos explicaron muy bien en la primaria. Honrar es dar el lugar; dárselo a mamá y papá, para poder tomar el propio.
¡Necesitamos ponernos en nuestros propios zapatos! Ese es el primer paso para la compasión, pues sanar las heridas ancestrales con nuestros padres es un ejercicio de amor incondicional, aceptación y transformación.
Entonces, desde nuestros propios zapatos, cuando estamos en el camino de desarrollar la compasión, podemos abrazar al otro. No podemos ponernos sus zapatos, pues estos son producto de su historia personal, su relación con los linajes paterno y materno, su desarrollo del ego y sus manifestaciones, sus luces y sus sombras. Todo ello es propio, personal e intransferible, son zapatos a la medida y absolutamente personalizados, que no podemos realmente ponernos si no son nuestros. Es desde nuestro propio lugar ocupado en consciencia que podemos aceptar al otro tal como es y desarrollar verdadera empatía. Esa es la ruta del Amor en Totalidad.
@edoxvargas
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