Renovación, purificación, apertura de la Iglesia Católica, han sido las preocupaciones y empeños reconocidos al carismático Papa Francisco. Profundidad espiritual y convocación a la santidad, no ha sido algo destacado en él, por lo que, para tener su imagen completa, es preciso ponerlas de relieve. Al acercarnos a dos escritos suyos como “Caminar con Jesús”. (Edit. Aguilar), con profundas reflexiones sobre la esencia de la vida cristiana, y la reciente Exhortación “Alegraos y Regocijaos”, con el tema de “la santidad”, vemos que reclaman especial atención, y, al tenerlas, en cuenta, completar la imagen del reinante Pontifica. Hay, en ellas, manifiesta profundidad espiritual y empeño por avance en santidad en escuela en la que él mismo, humildemente, se coloca.
Mi gran aprecio por el Papa Francisco, la necesidad de tener una imagen completa de él, y del precioso y abundante contenido de la mencionada Exhortación, me mueven a ofrecer a mis benévolos lectores acercamiento a las páginas de este magnífico documento, con llamado a darle provechoso aprovechamiento personal y comunitario. Qué riqueza de las vidas que se dejen iluminar por estas enseñanzas que llevan a ese inigualable caminar en el que “Dios se hace tan cercano que entra en la historia de nuestra vida”, como constata el Papa en el primer escrito citado. En el momento en el que ciertos ateos hacen gala de esa su tan opaca situación, y otros propalan toda clase de “avanzadas” ideologías, con negación de los valores espirituales, qué bien que nuestro guía religioso presente, con “parresia”, su tan sólido pensar.
Al lado de su Encíclica “La Alegría del Evangelio”, con la que inició su pontificado, con sus urgentes llamados a la defensa del planeta, tan bien recibida en todos los ambientes en su “Laudato Sí”, y su magistral tratado sobre “La Alegría del Amor”, Exhortación de tantos detalles en los que precisa y exalta el sentido y grandeza del amor conyugal, encontremos , ahora, con su reciente Exhortación que ubica en todas sus páginas, la verdadera alegría de los humanos, fruto de una vida de fe y seguimiento fiel a los planes del Creador, esencia de una verdadera santidad. Desde las primeras líneas de este documento, el Santo Padre se acerca a este tema con grande precisión y profundidad de contenido, y con términos sencillos y dicientes, como decir que el Señor nos quiere santos sin conformamos con una existencia mediocre, aguada, licuada (n.1). Qué importante atender su sencilla, insistente y paternal voz.
Dividió, el Papa, la nueva Exhortación, en cinco Capítulos: Llamado “Universal a la Santidad; Sutiles enemigos de la santidad; A la luz del llamado del Maestro; Notas de la santidad en el mundo actual; Combate, Vigilancia y Discernimiento”. Todos son de gran importancia, pero colocando, como centro de todo el contenido, las Bienaventuranzas y el “Gran Protocolo” del juicio final, que es la respuesta efectiva al Mandamiento del Amor y de la misericordia (n.n. 95-109). Presenta las Bienaventuranzas como “el carnet de identidad del cristiano” (n. 63), y concluye que, viviéndolas, debe haber un “cambio real de vida”, pues, de lo contrario, “la santidad solo será de palabras” (n. 66).
Destacando, desde este comentario inicial, un punto básico de este magistral documento, es puntual la apreciación de que “la santidad es el rostro bello de la Iglesia”, (n. 9), rostro a cuya belleza hemos de contribuir todos los bautizados, pues somos todos llamados a “ser santos, viviendo el Mandamiento del Amor, y ofreciendo un claro testimonio en las ocupaciones de cada día (n. 14). Ejemplo de ello es el camino trazado a vivir auténtica santidad por S. Francisco de Sales a tender “a extraordinaria perfección de las obras ordinarias”, algo vivido a profundidad por una Santa Teresita de Lisieux y un S. Juan XXIII. (Continuará).
*Obispo Emérito de Garzón
Email: monlibardoramirez@hotmail.com
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