Dando paso al Señor

Hace quince días culminaba la Semana Santa, en la cual, para que haya tenido valedero aprovechamiento, con frutos que no pasan, ha debido ser dando paso al Señor. Hemos debido tener acercamiento al Dios de bondades infinitas, celebrando con los hijos de Israel, nuestros padres en la fe, la actualización de la primera Pascua, en la que Yahvé se acercó a ellos, hace más de tres milenios, para liberarlos de la esclavitud de los egipcios. Los cristianos celebramos nuevo “paso del Señor”, cuando el Hijo de Dio hecho hombre, con su muerte y resurrección, nos libera de la más horrenda esclavitud, la del pecado.    

Grandes frutos espirituales hemos conseguido con esta gran celebración, pero es nuestro anhelo que no sea un paso efímero sino que esta nueva Pascua, unidos a Jesús y a su Iglesia, sea, como El lo desea, para que “tengamos vida, y la tengamos en abundancia” (Jn. 17,21). Hemos de empeñarnos, cada uno, en seguir “dando paso al Señor”, para que nos renueve íntimamente, nos saque de una vida superficial y de liviandades, demos cabida a confortante y creciente espiritualidad.

Cómo necesitamos ese “paso del Señor” en cada persona y en cada familia, algo que a quienes lo religioso les parece aburrido y aletargante pero que para quienes tienen aprecio y gusto por estos valores es vivificante y renovador. “Paso del Señor” que le dé pleno sentido a nuestra vida, sin hundimiento en pedestre caminar, sino en  definidas alegrías y esperanzas. Qué gozo el de hogares que en lugar de ambientes superficiales se acercan al mensaje cristiano para superación de una humanidad que no se deja hundir en vicios deletéreos. Paso bendecido  que no dejará que se cumpla, en nosotros, la severa advertencia de S. Pablo de que “el hombre animal no percibe las delicias que origina es espíritu de Dios” (I Cor. 2.14).

 Cómo necesitamos ese “paso del Señor” en medio de niños y jóvenes para que tengan alegría como los discípulos que caminaban hacia  Emaus, que aceptaron dialogo con Jesús Resucitado, y escucharon sus palabras, que hacían que “ardiera su corazón cuando nos hablaba y nos explicaba las Escrituras” (Lc. 24,30). Que en lugar de mensajes pervertidos, y educación desviada en tantos aspectos, les llegue el “agua viva” que ofreciera el Salvador a la Samaritana, de la cual los paisanos de ella bebieron también, en contraste con gran parte de engreídos judíos (Jn. 4).

Cómo necesitamos del “Paso del Señor” en medio de las empresas, de la política y gobiernos humanos, que los libere de espíritu meramente terreno, tantas veces corroídos por destructora corrupción de capitalismo salvaje o de colectivismo que destruyen a los humanos. Cómo necesitamos el “Paso del Señor”, que sea tenido en cuenta, por los mandatarios de los países para que atiendan la voluntad de sus gentes, no se burlen de ella, no se empeñen en hacer sus antojos, sin razón y por la fuerza, pensando solo en salir adelante  en caprichos personales o grupales. Que se “dé paso al Señor” y a su mensaje, y no a ideologías ateas destructivas que llevarán a resultados contrarios al bien común.

Cómo necesitamos, en Colombia, que en los avances que se den hacia  verdadero progreso y paz se tenga en cuenta el “Paso del Señor”, que en centenares de años ha tratado de beneficiarnos, cuando hemos acudido a Él. Que ante tantos que caprichosamente tratan de “depurar” el país sacando a codazos a Dios y a su enviado Jesucristo del corazón y ambiente de los colombianos, tratando de llevarnos por opuestos ideales, se levante el valiente espíritu de nuestras gentes agradecidas con el Evangelio, y defendamos el testimonio y mensaje de quien pasó de la muerte a la vida por su propio poder. Su paso, atendiendo su Mensaje, trace verdadero camino a la paz que se anunció en su nacimiento (Lc.2,10-14), y que proclamó resucitado (Jn. 20,19).       

*Obispo Emérito de Garzón

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