La era de la información nos plantea, en lo personal y lo colectivo, problemas bastante diferentes de los que teníamos en la era industrial, sin que estemos en realidad preparados para resolverlos. El tema va más allá de ser digital -como los niños, adolescentes y jóvenes de hoy- o análogo-migrante digital -como los mayores de cuarenta años-, sin que eso sea asunto de poca monta. El trasfondo, lo que está en la base del iceberg, es el nivel de consciencia en el que se está, el cual conlleva perspectivas y valores de vida que son la base de los comportamientos humanos. Hoy lo que está sobre la mesa es el tristemente célebre juego digital Ballena Azul, que al parecer ha llevado a niños y jóvenes al suicidio, él último de los retos propuestos a lo largo de cincuenta días. ¿Cuáles son los valores que prevalecen en un sistema familiar de un niño que se suicida? ¿Cuál es el nivel de consciencia en el que se vibra?
Sí, estoy de acuerdo con que personas menores de catorce años no tengan teléfonos inteligentes, pues el desarrollo psico-afectivo de estos niños y adolescentes no les permite aún tener el suficiente criterio para identificar qué de lo que está colgado en la Internet es sano y qué no. No se trata de que estén incomunicados, pues existen teléfonos que sirven para llamar y enviar mensajes, solamente. Pero, tampoco se trata solo de prohibición, sino de pautas de crianza y contención emocional. Si un juego como Ballena Azul tiene jugadores es porque de alguna manera satisface algunas necesidades, como sentido de pertenencia e identificación con semejantes, en una edad de máxima vulnerabilidad. La pregunta fundamental aquí es qué pasa con los cuidadores de estos menores de edad; de ella se derivan otras: ¿cuál es su propia conexión con la vida?, ¿cómo se comunican consigo mismo y con los demás?, ¿cómo han resuelto sus vacíos?
Mientras como adultos seamos incapaces de conectarnos con nosotros mismos, rompiendo ataduras del pasado –que van desde violencia intrafamiliar hasta abuso sexual infantil, pasando por abandono, carencia de auto-cuidado y falta de trámite emocional– e incrementando la sensación de totalidad, no podremos contener a los más pequeños. Sí, es preciso cuidar a nuestros niños y niñas, pero ello será imposible si nuestros propios niños interiores siguen heridos e ignorados. Los adultos necesitamos sanarnos para tener sociedades más sanas, donde las únicas ballenas que aparezcan en la red sean las que surcan los océanos. Como adultos necesitamos contenernos, cuestión difícil al ritmo híper-veloz de nuestras sociedades. Solo quienes tengan un nivel de consciencia que se aleje de la supervivencia, la voracidad de la competencia y la negación del otro, lo lograrán. La clave es elevar la consciencia.
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