El título de la famosa novela de Tom Clancy le viene como anillo al dedo a esta columna. No porque yo crea que Petro va a ganar las elecciones a la presidencia -confío en que Dios no lo permita- sino porque hay un peligro inminente de que pase a la segunda vuelta lo cual, aunque la pierda, le da una fortaleza política para dentro de cuatro años.
Aún no logro entender bien de dónde viene la preeminencia que tiene en las encuestas. Por supuesto su lenguaje populista llama la atención de las clases populares. Es fácil entender que en un país cuyos partidos políticos han fracasado, donde la corrupción es rampante, donde la plata destinada a los acueductos, a la salud, a las escuelas y a alimentar a los niños se la roban impunemente, donde la gente se ahoga en la pobreza y está difícilmente sobreviviendo a uno de los peores gobiernos de la historia, el discurso populista penetre fácilmente. El pueblo no tiene ni la educación -¡educado por la Fecode, imagínese!- ni los medios para informarse, ni va a leer los análisis sobre el populismo y su poder corruptor que presentan Álvaro Vargas Llosa o Gloria Álvarez y mucho menos “El Libro Negro De La Nueva Izquierda” de Agustín Laje y Nicolás Márquez. Pero sí están suficientemente informados de la suerte de los venezolanos bajo el castrochavismo y deberían captar los riesgos que implica el populismo de izquierda que encarna Petro.
A los costeños hay que decirles que Petro no es Núñez, un presidente costeño que todos añoramos. Y a los bogotanos recordarles la pésima administración de Petro. Recientemente vivimos el paro de las basuras provocado por los sindicatos de Aguas de Bogotá, un engendro que inventó el candidato y que le ha costado al distrito casi 100 mil millones en multas más otro tanto en camiones chatarra que importó y que están arrumados pudriéndose en Tocancipá.
El Secretario de Salud de Bogotá ha desmentido todas las afirmaciones de Petro en campaña sobre las maravillas que hizo como alcalde: que abrió las salas de urgencias y de cirugía en el Hospital San Juan de Dios, las que nunca se abrieron por no cumplir con los requisitos mínimos de habilitación y hoy siguen cerradas; que bajó la tasa de mortalidad infantil a 8,6 por mil nacidos vivos cuando Bogotá nunca ha tenido una tasa por debajo de 9 según las cifras oficiales; que durante su alcaldía no hubo muertes infantiles por desnutrición, cuando hubo 9 niños muertos por esta causa.
Petro quebró a Capital Salud la que dejó con un déficit de 600 mil millones, lo que a su vez quebró a los hospitales distritales. La actual administración recibió el hospital Tintal con graves fallas en su estructura, goteras, techos rotos y las salas cirugía y rayos X fuera de servicio. Todos los bogotanos recordamos que Petro se dedicó a quitarse de encima la sanción de suspensión que le dictó el Procurador y de la que finalmente lo excusó la CIDH, un órgano poco confiable de la OEA.
Petro propone sustituir el petróleo y los minerales por la siembra de aguacates y, de paso, llevarse por delante, los cultivos de caña. Colombia es el séptimo productor mundial de caña de azúcar y opera doce grandes refinerías. Petro, como personaje procastrista debería conocer los efectos que tuvo en la economía cubana la disminución de la producción de azúcar y, como chavista, lo que le pasó a Venezuela con la disminución del petróleo.
¡Por favor, pensemos por quién vamos a votar y qué futuro nos augura!
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