Últimas conversaciones (VI)

Importante, en esas conversaciones del Papa Emérito Benedicto XVI con el periodista Seewald, aludir las apreciaciones de éste sobre un hecho lamentable que se presentó en los días  del Vaticano II, como fue la difusión de una pequeña obra teatral de un joven alemán titulada “El Vicario”. (1963). Hizo distorsionada presentación histórica de la actitud del gran Pontífice Pío XII, en relación con la protección o no de los judíos ante la bárbara persecución hitleriana. Esa presentación del proceder del Pontífice fue difundida por intencionados órganos de comunicación y  logró dejar esa falsa idea en el ambiente mundial. Ante ello, el Papa Emérito destaca hechos históricos que ponen de manifiesto la deformación de lo difundido, como que los grandes dirigentes del Estado de Israel, Golda Meier, Ben Gurion y muchas otras personalidades judías, agradecieron vivamente en su momento a Pío XII su compromiso manifestó en Roma y en el mundo con el pueblo judío. En aquel momento esos ataques al Papa resultaban tan absurdos que más bien se prefirió no polemizar (pág. 175-176).

Volviendo a los años de profesorado comenta el impacto de la “Humanae Vitae”, de Paulo VI (25-05-68), que en el contexto teológico en que se encontraba lo halló “texto difícil”, y cuya aplicación reclamaba una “perspectiva más abarcadora”, y la complementación que daría Juan Pablo II del planteamiento iusnaturalista, mediante una visión más personalista” (pág. 199). Seguía su tarea de docente en Ratísbona (1969-1977), cuando fue nombrado Arzobispo de Munich y Frisings (25-03-77), y, pronto (27-06-77), Cardenal. Interviene en el conclave que eligió al Papa Wojtyla (1978), a quien apreció por ser “persona reflexiva, con sólida formación filosófica, piadoso, persona afectuosa y buena” (pág. 207). 

Pronto quiso Juan Pablo II llevarlo a su lado, pero con espera a que pastoreara más tiempo en Munich. El 25-11-81 fue nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo que ejerció hasta la muerte de Juan Pablo. Ya en la Congregación romana, colaboró diligente y fielmente al Papa, con quien, comenta, “éramos muy diferentes, pero nos complementamos muy bien” (pág. 213). Cuando tenían diferente pensamiento dialogaban, y “el Papa tomaba muy en serio nuestra posición” (pag. 216). Documento de gran importancia que redactó, como Cardenal Prefecto, por encargo de Juan Pablo II, fue el “Dominus Iesus”, en el que se puso de relieve la singularidad de la Iglesia Católica (06-08-2000), así como, la Carta sobre la colaboración del hombre y de la mujer en la Iglesia y en el mundo (31-05-04). Los documentos y las decisiones de la Congregación, comenta, que nunca los escribió él solo, sino a través de los órganos de la Congregación (pág. 216). Advierte que el Papa estuvo siempre de acuerdo con aquellos documentos (pág. 217).

Fue paladín, como Cardenal, en preparación y lanzamiento del  Catecismo de la Iglesia Católica (11-10-92), destinado a dar, en ese momento, la doctrina común de la Iglesia. También en la Encíclica Fides et Ratio (1998) hizo sus aportes (págs. 217-218). Comenta que en la década del 90 varias veces insistió al Papa, por quebrantos de salud, que lo liberara de la responsabilidad de la Congregación, pero éste le pedía, rotundamente, que lo siguiera acompañando (pág. 219). Hay noble reconocimiento a Juan Pablo II que le “enseñó a pensar de manera más amplia” en aspectos doctrinales y morales (pág. 221).

Estando al frente de las no fáciles tareas de la Congregación, también llamada “Santo Oficio”, le correspondió vivir el conmovedor momento de la muerte de Juan Pablo II, proclamado por las gentes como “El grande” y como “santo”, que lo conmovió profundamente. En los días subsiguientes, días de sede vacante, y en las muchas decisiones  que  como Decano del Colegio Cardenalicio le correspondieron, sentía que él “nos bendice desde su ventana celestial” (Continuará).                      

*Obispo Emérito de Garzón

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