Mucho dio para hablar la semana pasada y, seguramente se continuará por varios días, el pronunciamiento sobre la negativa del frente primero de las Farc a dejar las armas y acogerse a los acuerdos de La Habana.
Los estudiosos y conocedores del tema se dieron a la tarea de analizar los antecedentes de otras negociaciones, identificando esa tendencia en este tipo de convenios, donde se presentan facciones renuentes a reconocer los compromisos o pactos logrados en conversaciones pacifistas, sustentados en intereses de parte, convirtiéndose en puntos de quiebre ante éxitos identificados. Se dice que en nuestro caso esta situación era de esperarse y sostienen que nunca será representativo el número de disidentes, por lo serio de los acuerdos y la unidad existente en las filas de las Farc.
Desde mi óptica y poca experiencia en el tema, me permito hacer algunas consideraciones, producto de curiosidad, por ser en estos momentos dichas cuestiones de manejo enteramente político. Podríamos pensar que la dirigencia de las Farc, antes de iniciar unos diálogos con el Gobierno, habría agotado con los representantes de cada frente, por lo menos generalmente, los puntos materia de debates, y estos a su vez, difundirían al interior de la organización el espíritu e interés que movió la dirigencia hacia una mesa de diálogos, de donde se colige que los plenipotenciarios tienen la representación total del movimiento, principio que cerraría el paso a cualquier disidencia ante acuerdos y acercamiento a un fin propuesto. ¿0 será que la unidad de mando tan promocionada por la dirigencia fariana no es tan valedera como se nos ha querido vender, y existen fisuras, celos, envidias y cismas que pueden dificultar el cumplimiento de los pactos?
No estoy de acuerdo con los estudiosos que manifiestan optimismo y recomiendan poca atención a esta situación, sustentados en experiencias pasadas como lo vienen indicando. Por el contrario, sería muy saludable llamar la atención sobre este campanazo, porque me parece que si todos anhelamos la paz y el Gobierno hace ingentes esfuerzos por dinamizar, concientizar y hacer pedagogía sobre los adelantos en las negociaciones, las Farc deberían estar en la misma tónica de difusión, precisamente para tener informado a todo su componente y evitar manifestaciones negativas para el proceso.
Las amenazas a disidentes sobran y las acciones de la fuerza pública de antemano ellos las entienden. Si me permiten, creo que la salida a estas revelaciones es la pedagogía personalizada, dejando en manos de las Farc la responsabilidad y manejo de su problema. Lo que si sería conveniente es hacer claridad, tanto a los negociadores como a la dirigencia guerrillera, que estos pronunciamientos nos demuestran y les indican a las Farc que en sus filas se encuentran los futuros enemigos de sus propios proyectos.
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