Los ingenieros y constructores de obras civiles saben de las diferencias que existen entre obras no urbanas con respecto a las urbanas. Las que se realizan por fuera de la ciudad, se puede decir que se refieren a la construcción de carreteras, también de hidroeléctricas, represas, obras de riego y drenaje, líneas de trasmisión y en fin todas aquellas que se realizan en el campo, lejos de los centros poblados en los cuales suelen proveerse de personal idóneo, de equipo, materiales de construcción, repuestos, talleres de reparación que los inhibe de tener sus propias instalaciones para estos menesteres. En fin, bien puede afirmarse que los trabajos urbanos en cierta manera gozan de una cierta ventaja con respecto a las que no lo son.
Las obras no urbanas están a cargo de firmas que han desarrollado sus sistemas para suplir los inconvenientes, si así pueden llamarse los derivados de trabajar, digamos, a campo traviesa. Nuestras carreteras y ferrocarriles, por ejemplo, se hicieron porque existen las maneras de hacerlo. Los trabajadores en esas empresas se han acostumbrado a las relativas privaciones que tienen que soportar. Se montan casinos para alimentarlos; la verdad que son la envidia de los citadinos. Los campamentos son sitios en los cuales se descansa a pierna suelta y constituyen lugares de convivencia con todos los aspectos positivos y negativos propios. De todo este se privan los que trabajan en la ciudad. En ésta viven los trabajadores; sus familiares les suelen llevar el almuerzo que es la hora de convivencia entre todos. Sus horarios son los propios de la vida urbana sometidos a la dictadura de los medios de transporte.
Me he referido someramente a los dos escenarios de obras para los cuales existe la necesidad de proyectos de construcción debidamente estudiados. Los imprevistos suelen retardar los trabajos, peor dentro de unas normas de seguridad; éstos suelen identificarse a veces como previstos. En carreteras, por ejemplo, las variaciones climáticas ya sea por exceso de lluvias que afectan los trabajos; deslizamientos de tierras, constituyen imprevistos que en cierta manera son previstos. No se diga de la construcción de túneles en donde el avance de los trabajos es un desafío permanente.
Las obras urbanas requieren proyectos mucho más detallados; cuando se trata de modificación o mejoramientos de vías, debe saberse qué se va a encontrar. La calle 94 con once, por ejemplo, es obra de la cual ha estado pendiente toda la ciudad. Ya van cerca de siete años y la obra nada que se termina. Se había dicho que estaría lista para finales de este año, pero las últimas noticias son que tal vez para abril o mayo del próximo 2017 se podrá disfrutar de ella. Ojalá sea así y no resultemos en mayo que es necesaria otra prórroga. No es justo atribuir estas demoras a los contratistas; ellos deben cargar con la parte de culpa que les corresponde, pero una obra es el trabajo completo y conjunto de quienes la proyectaron, elaboraron los pliegos de licitación, adjudicación y estuvieron presentes en su ejecución. En fin todos aquellos estamentos que en una u otra forma tuvieron que ver esta obra deben cargar con su cuota de responsabilidad. Por tratarse de una obra urbana de todas las facilidades de la capital. Pero se optó por una penosa demora.
¿Si los ferrocarriles no se hubieran abandonado estaríamos hoy sometidos a las exigencias de los camioneros?
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