La lucha de las autoridades frente al tema de la intervención del Bronx, no ha terminado ni terminará en largo tiempo. La ciudadanía, en pleno, permanentemente se pronuncia de acuerdo a la forma como se ve obligada a vivir el posoperativo adelantado en la mencionada zona. Se sabía de sobra que esta actuación oficial traería duras consecuencia para la ciudad, más si vemos como la administración distrital y sus fuerzas del orden, se quedaron solas para enfrentar la dura problemática. Hoy por hoy les faltan herramientas para manejar toda una nebulosa social, venida de una decisión inaplazable, por las dimensiones delincuenciales que se acomodaron en el mencionado sector, convertidas en vergüenza bogotana e ignominia nacional.
Que los habitantes de la calle aglutinados en ese sector se atomizarían buscando posibilidades de subsistencia era una verdad a gritos calculada por la Administración, segura de poder direccionarla con los recursos destinados para ese fin, pero contando con apoyo de las familias que recuperarían sus miembros, de las autoridades nacionales administrativas y judiciales contribuyendo con recursos jurídicos, así fueran transitorios, que respaldaran la redención de las personas víctimas de esta situación. Pero no, hoy los habitantes de la calle no pueden ser presionados a recibir ayuda, no obstante los vecinos de sectores invadidos se encuentren coaccionados o amedrantados por su presencia, falta de aseo y constantes amenazas. El concepto ciudad, importante entre los factores que generan seguridad ciudadana está vulnerado en alto nivel; no queremos estigmatizar estas personas, pero su presencia en sociedad no es bienvenida, concepto que no creo se pueda rebatir y por lo tanto es urgente buscar una salida a la problemática que de potenciarse daría al traste con la convivencia bogotana.
Tampoco es un secreto que esas personas están manipuladas por redes delictivas dedicadas al narcotráfico, que no piensan perder las ganancias generadas del desgreño existente en el mal recordado Bronx y agazapados a espadas de sus víctimas, que no tienen capacidad de resistirse por su condición, siguen forjando situaciones punibles que deterioran la imagen de sectores donde hacen presencia. Los jefes que por mucho tiempo manejaron a su antojo el Bronx y otros sectores, como San Bernardo y Cinco Huecos, han obligado esta población a desplazarse en diferentes sentidos, concurriendo frecuentemente a sectores de comercio menos deteriorados pero sensibles. No olvidemos que estas organizaciones delictivas hace mucho tiempo se enquistaron en la ciudad y tienen plenamente identificados a todos los componentes de este grupo urbano, tanto en lo personal como en lo familiar, de manera que no esperemos colaboración de esa parte porque así lo quieran no pueden proceder de distinta forma a lo ordenado por sus captores morales y físicos. Si no se organiza un frente amplio será una difícil misión para Daniel Mejía y el general Alfredo Penilla.
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