Los colombianos estamos como la novia pretendida por un galán que en cierta manera le gusta, de quien cree conocer todos sus defectos y cualidades; está ante el predicamento de tener que aceptarlo o rechazarlo; no sabe cómo decirle Sí o No. Pero está el novio o presunto tal, acosando a diario esperando la respuesta para obrar en consecuencia. La ciudadanía que piensa y tiene el derecho a manifestarse puede ser la presunta novia que no está ante el dilema de tenerse que definir. El novio en este cuento tan difícil es el trabajo que han venido realizando en La Habana, desde hace varios años, representantes de la guerrilla y del Gobierno, de consecuencias imprevisibles, desde luego, pero observado el proceso con optimismo resultan alentadoras. A este proceso, como en las etapas del amor hay que ponerles cabeza y cerebro; si se piensa seriamente, hay que estar consciente que la convivencia no deja de tener alternativas que aunque a ellas se les haya puesto toda la cabeza resulta un azar.
Amigos y familiares de la pretendida se creen con el derecho a opinar y hacerle notar las cualidades y defectos de su pretendiente. Los del partido del expresidente Uribe se han esforzado en hacer conocer a los colombianos acerca de los riesgos que ellos consideran previsible al pactar con los que consideran los enemigos de Colombia. Pero es precisamente con los enemigos con quienes se pueden hacer arreglos cooperativos que ellos mismos deben esforzarse por hacerlos cumplir. Los consejeros analizan todos los pros y contras que se pueden presentar. Así estamos todos. Quienes se inclinan por el Sí bien saben que tienen que aceptar una serie de defectos. Que el pretendiente haya tenido sus desvaríos por los cuales no ha tenido su merecido es cuestión que pone a pensar seriamente, así como la perspectiva no lo tenga, según lo que se sabe de la justicia alternativa. Pero por otra parte considera que según las promesas que le ha hecho esos desvaríos no volverán a suceder. ¿Tendrá que abocar el riesgo y darle el Sí o definitivamente rechazarlo y decirle que No?
Tanto se ha escrito para defender al Sí como el No, decisión a la cual los colombianos estaremos enfrentados, cuando se disponga que lo debemos hacer en las urnas con toda dedicación, aun teniendo en cuenta todos los defectos que podemos reconocer y que otros se han encargado de hacerlo, pintándonos un mar de horrores, el que menos, que vamos a caer en un régimen del estilo de gobierno como el de Venezuela como el de Chávez y sucesores; la perspectiva de Cuba también nos la pintan como una alternativa seria en caso de optar por el Sí. Claro que eso no lo queremos, pero los vaticinios de los amigos del No ponen a pensar a gente que les creen.
La sensatez invita a votar si queremos que haya paz y se acaben las confrontaciones y las muertes. Les tengo gran respeto a los expresidentes Uribe y Pastrana, quienes constituyen un patrimonio de la nación y de la historia, pero como junto con muchos otros colombianos que los queremos y admiramos, no podremos acompañarlos en esta ocasión. Aun con los riesgos que nos han señalado, el Si constituye una obligación. Si queremos la paz, habrá que correrlos.
PD. Esta columna fue escrita antes de la firma del acuerdo con las Farc; se despeja la decisión del plebiscito del 2 de octubre.
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