Gracias a la siembra de cocaína, la minería ilegal y las voladuras de oleoductos, entre otras actividades igualmente peligrosas, las Farc le causaron al país -tiempo pasado, si es que dejan esos negocios, cosa que yo dudo- un daño ecológico inconmensurable. Recordemos que cuando, por alguna razón, se interrumpieron las conversaciones de La Habana, se dedicaron a derramar el combustible de los camiones que transportaban petróleo, contaminando quebradas y ríos que llegaban hasta el mar, deteriorando playas y devastando manglares. Obviamente, el “acuerdo de paz” no las obliga a reparar esos daños.
Otros grupos ilegales, como el Eln, las bandas criminales y los narcos tienen igual responsabilidad. En voladuras de oleoductos el Eln es campeón.
Pero mi tema no ese. El daño está hecho y repararlo vale una millonada. Mi tema hoy se endereza a una consideración ecológica general.
La semana pasada los medios dedicaron algún espacio, nunca suficiente, a la tala de bosques, incluidos los de los parques nacionales. Llamó la atención y mereció editoriales el que Chiribiquete, una joya de la naturaleza, esté amenazado ya por los depredadores humanos, como lo está la serranía de La Macarena. Y resulta inexplicable que, no obstante que existe información suficiente sobre el fenómeno, el Gobierno nacional no haya tomado prácticamente ninguna medida. El Ministro del Ambiente debe estar muy ocupado haciendo campaña por el “Sí” y los fondos que se requerirían para prevenir la deforestación y la contaminación de los ríos se están gastando en mermelada y propaganda.
Colombia es uno de los países que, gracias a su geografía, tienen la más alta biodiversidad tanto animal como vegetal. Tiene la mayor cantidad de especies de aves y de palmas en el mundo. Pero la palma de cera, el árbol emblemático del país, está también amenazada porque su hábitat es cada vez menor.
Pienso que el Ministro del Ambiente necesita dedicarse a evitar que se deteriore aún más la naturaleza. Pero con esmero e inteligencia. Y tomando decisiones pragmáticas pero drásticas y sancionando a los contaminantes y depredadores, que no son propiamente los petroleros ni los explotadores legales de oro. Labor gigantesca que requiere dedicación y la colaboración de otros Ministerios. Con las Farc, que no tienen conciencia ecológica, en el gobierno no va a ser fácil. Pero ¡qué fresco se sentiría si en esas altas esferas se entendiera que es una necesidad vital, más vital que la invitación a 2.500 personas a Cartagena a ser testigos del acuerdo final!
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Coda uno: “La firma del acuerdo no es la paz, sino un punto de partida,” dijo Iván Márquez. A eso súmele que ya las Farc dijeron que había que eliminar el cargo de Procurador y verá el cogobierno que se nos viene encima.
Coda dos: En vez de resolver el descalabro del sistema de salud general, vamos a gravar las bebidas azucaradas. Pero sólo las gaseosas. Porque, aparentemente, el azúcar en bebidas fermentadas de leche y en chocolates no engorda. A menos que… ¡ya saben!.., haya intereses políticos inconfesables. ¿Verdad, señores Ministros de Hacienda y Salud?
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