Un amigo mío encontró en Chía un enorme trancón y, como la mayoría de los motociclistas en el área, resolvió avanzar por la berma para encontrarse más adelante con unos policías que tenían retenidas más de cincuenta motos por la misma infracción. Los policías eran los responsables del trancón y enviaban las motos a “los patios”, cada una en un camión distinto. Claramente se trataba de un negocio entre los policías y los camioneros. Mi amigo tuvo que pagar casi un millón de pesos entre el valor de la multa, el camión y los patios, por una moto de cinco millones.
Yo le sugerí a un chofer de Uber X que estacionara y me esperara enfrente a un edificio. Me dijo que no podía porque le ponían una multa por mal parqueo y le echaban el carro a “los patios”. “No hay señal de prohibido parquear”, le dije. Y él me dijo:” No importa, en Bogotá está prohibido parquear en cualquier parte”.
A un chofer lo cogió el pico y placa a tres minutos de su destino. Lo pararon y lo amenazaron con llevarse el carro a “a los patios”. Pagó cien mil pesos en efectivo para ahorrarse el dolor de cabeza.
Cuando yo vivía en Santa Bárbara, en la primera época de Peñalosa, llenaron de avisos que prohibían parquear una bahía cerrada. Yo todavía no sé por qué.
En los tres primeros casos que he mencionado hubo claramente una infracción. Pero, me pregunto, si se justifica que por cualquier cosa se lleven los carros a los patios. Esas sanciones abren un inmenso campo a la corrupción. Es claro que, en Bogotá, nadie cumple las reglas de tránsito, pero los policías andan a la cacería de “ciertas” infracciones. Todos los días ve uno que por los carriles de uso exclusivo de las busetas SITP circulan todos los carros menos las busetas que van por el tercer carril o a los policías charlando en una esquina mientras los carros y los buses bloquean las intersecciones y crean un caos (cámaras en las intersecciones, que señalan lugar y hora, son altamente efectivas, si la Corte Constitucional deja de meter las narices donde no le caben).
Las reglas están inventadas y se aplican en todos los países civilizados. No tenemos que inventar nuevas. Al contrario, hay que quitar todas las estúpidas como las que sancionan a los vehículos con llevarlos a “los patios” y reemplazarlas, por ejemplo, con ponerles un cepo e inmovilizarlos hasta que paguen todas las multas pendientes y presenten el paz y salvo. Hay que sancionar rigurosamente a los infractores y hacerles efectivas las multas. No resulta lógico que se presente un accidente y digan que el conductor de la buseta tenía cien o más “partes”.
Finalmente, las autoridades no pueden dedicarse a perseguir a ciertos ciudadanos porque tienen carro (o a los que buscan la comodidad de los Uber) sino a encontrar soluciones racionales a los problemas. Que no son, como cree el Secretario de la Inmovilidad en Bogotá, poner policías acostados en todas las intersecciones dizque porque veinte kilómetros por hora son una velocidad exagerada.
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P.S. Por vacaciones del autor, esta columna reaparecerá, si Dios quiere, el 15 de noviembre de 2016.
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