UNA LABOR TRASCENDENTAL
La Comisión de la Verdad

“Damos por descontada su idoneidad y méritos”

Llego la tan esperada Comisión de la Verdad. Importante y trascendental actividad para el país. Una  delegación que, si las circunstancias se lo permiten, puede ser un rocío acompañado de ecuanimidad para los colombianos que anhelan saber de fuentes serias, profesionales y confiables, aspectos de esos momentos que vivió nuestra nación, considerando que nunca fueron gestores, actores, cómplices o facilitadores de  situaciones a las que se vieron abocados, mucho menos simpatizantes o partidarios. 

El nombramiento del sacerdote Francisco de Roux como integrante y presidente de la citada comisión, generará un ambiente de tranquilidad y asegura el feliz término del cometido, favoreciendo el despeje de   algunos mantos de duda venidos de sectores renuentes y críticos hacia los integrantes del cuerpo investigativo. Críticas que no podemos calificar de banales o caprichosas, porque esta clase de actividades fácilmente pueden ser direccionadas con fines inconfesables por componentes inescrupulosos, invadidos de conceptos personales ajenos a la imparcialidad. No vamos a explorar las trayectorias de las personas escogidas, damos por descontada su idoneidad y méritos. Invito a poner un alto grado de credibilidad y buena fe en sus intenciones, soportadas sobre notables cuotas de responsabilidad. Claro que para los miembros de la Reserva Activa de la Fuerza Pública, hubiera sido altamente satisfactorio y estimulante que del cuidadoso listado, aportado para postular representantes de estas reservas a la Comisión de la Verdad, se hubiera escogido el nombre de algunos de sus recomendados. Sin embargo la designación de Carlos Ospina Galvis, oficial en uso de buen retiro, sin que medie postulación de reserva activa, no deja de ser un llamamiento significativo para las fuerzas castrenses.

Es saludable hacer claridad, que en cuanto a  comisiones de la verdad, existen experiencias dignas de revisar. En algunas, sus resultados sorprendieron por mostrar sesgos no convenientes para su proyecto de  paz, una muestra merecedora de tener en cuenta por el padre De Roux. En Colombia tenemos un asomo de este tipo de trabajos. Se trata del  informe titulado “Basta ya. Memorias de guerra y dignidad”, realizado  por  el Centro Nacional de Memoria Histórica, donde se documenta la violencia sufrida en Colombia. Pero, al parecer, en su investigación y redacción brillaron por su ausencia los representantes de la Fuerza Pública, ambigüedad  que impidió aportar otro perfil del conflicto, por lo que el trabajo, ¡inmejorable como el que más!, adolece de cierto criterio oficial que hubiera enriquecido en alto grado  su contenido. En cuanto a las experiencias de otros países, poco nos pueden ayudar pues difieren mucho de nuestro medio, al constatar que los escenario de operaciones fueron, a más de variados, impulsados por el ingrediente de “drogas ilícitas”, vinculando  actores degradantes como los narcotraficante, quienes permearon la sociedad, la economía y fracturaron la filosofía fariana, trocándola por dineros provenientes de las drogas.